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MAICAO

Distanciada a 76 kilómetros al noreste de Riohacha y a 103 al oeste de Maracaibo, Maicao, la otrora ‘Vitrina Comercial de Colombia’, es epicentro de diversidad musical.

Por ser una ciudad fronteriza con Venezuela, la música proveniente y difundida de ese país, a través de sus estaciones radiales -que entraban nítidas a nuestro territorio- no solo conquistó sino colonizó el gusto de los maicaeros.

El repertorio de género tropical propio de las orquestas y combos más populares de la nación bolivariana caló muy hondo entre los lugareños, y de esa manera tuvieron mucha acogida las canciones de la Billos Caracas Boys, Los Blanco, El Super Combo Los Tropicales, Nelson Henríquez, Pastor López, Emir Boscán y las de otras agrupaciones que unieron sus temas a los grabados por intérpretes y colectividades del pentagrama colombiano.

Así mismo, entre las propuestas sonoras del patio lograron gran aceptación las obras de un ilustre residente de Maicao, desde muy joven, de nombre Roberto Solano, nacido el 9 de noviembre de 1945 en El Hatico, corregimiento de Fonseca, La Guajira, cuna del legendario acordeonero Luis Enrique Martínez.

Maicaero de corazón, como lo pregona con orgullo Roberto, pues en esta ciudad ha vivido la mayor parte de su existencia, compuso el que es considerado un genuino himno que describe una escena habitual del mercado y de las calles de Maicao de su época, convertidos en lodazales después de los torrenciales aguaceros: ‘Los charcos’.

Sonriente, viene Rosario

Por las calles de un lugar

Galante, luce su traje

Por las calles de un lugar

Mientras de arriba, una nube

Su llanta de granizado

Torrencian para la gente

La niña pierde un calzado

Resbala y cae

En los charcos del mercado…

Señala el compositor que su canción cumbre nació fruto de la espontaneidad: “Sucedió un día en que me encontraba de compras, en una esquina del mercado de Maicao. En eso se largó un violento chaparrón, que a los pocos minutos encharcó las calles destapadas. Vi que una muchacha, elegantemente vestida, corría presurosa, en mitad de la calle, buscando un lugar para protegerse de la lluvia, pero con tan mala fortuna que resbaló y cayó. Intentó levantarse, pero cayó de nuevo. Muy cerca estaba una señora, vendedora de fritos, que se dirigió a su hija: “¡Rosario, ponle la tapa al caldero’, pa’ que no le caiga agua al aceite!”. La imagen de la muchacha en el suelo y el nombre de la hija de la fritanguera quedaron revoloteando en mi mente y más tarde le darían cuerpo a mi canción”, ha dicho en múltiples entrevistas Roberto Solano.

Cantado por Wilson Saoco, ‘Los charcos’ fue lanzado al público, en 1975, por la banda de Fruko y sus Tesos. Ese número formó parte del long play titulado ‘Fruko, el grande’, prensado por Discos Fuentes.

Otras canciones emblemáticas de Roberto Solano son ‘El patillero’, interpretada por el mismo Saoco; ‘Borrasca’, por Joe Arroyo y ‘La borincana’, vocalizada por el legendario cantante cubano Celio González, las tres grabadas por Fruko y sus Tesos, máxima agrupación exponente de la Salsa de Colombia en el decenio de los 70. Esas piezas ubicaron a Maicao en el mapa musical de Colombia.

Localizada en el centro este del departamento de La Guajira, en el norte del país y en la región septentrional de América del Sur, la privilegiada posición geográfica de Maicao le ha permitido ser siempre una zona de régimen especial aduanero y, por ende, ‘puerto seco o terrestre’, y obligado escenario comercial de Colombia y Venezuela, con un auge de mercadería sin restricciones, en la que el contrabando reinó a sus anchas durante décadas.

Por la variedad de productos, cuyos precios eran bajos, atractivos para los compradores provenientes de diferentes lugares geográficos, Maicao, cuya fundación data del 29 de junio de 1927, floreció en su comercio, aunque esto no se veía reflejado en la ciudad.

La población de Maicao es ciertamente heterogénea, con diversidad cultural. Conviven indígenas Wayuu, Zenú y Otávalos ecuatorianos; árabes provenientes del Líbano y Siria. El municipio tuvo su bonanza comercial hasta el año 1984, cuando el bolívar, la moneda venezolana de amplia circulación en las calles y en el comercio maicaeros, sufrió un ‘bajón’ considerable, y el Estado colombiano empezó a intervenir a las entidades bancarias.

Bordeada al occidente por los ríos Ranchería, Paraguachón y Paradero, con presencia de pastos naturales, el nombre de Maicao es Maikou, que de acuerdo con los antiguos pobladores significa maíz.

El vallenato también está intrínsecamente ligado en el alma de los maicaeros. Lo escuchan desde lustros atrás. En la década de los 90 se creó una escuela vallenata, liderada por el maestro Saúl David Soto, miembro de un grupo de hermanos que hicieron de la música un estilo de vida.

De esa escuela surgieron connotados acordeoneros como Rubén Lanao, Jaine Alberto Ardila, Nicanor López, Nandín Iguarán y Larry Iguarán. Fue ciertamente una refrescante y prolífica fuente de buenos acordeoneros. En febrero 1976 nació quien llegaría a erigirse como uno de los notables cantautores de Colombia: Felipe Peláez, ganador del Grammy Latino en la modalidad Cumbia/Vallenato en 2011. También surgieron Álvaro Pérez Vergara, compositor de ‘Perdóname la vida’, bello paseo impuesto por el Dúo Los Inquietos, liderado por el hijo de ‘El mago del Acordeón’, Aníbal Velásquez.

Otros músicos oriundos de Maicao son ‘Tico’ Mercado y Javier Díaz Daza. Con todos estos referentes, Maicao se posiciona como un pueblo musical de La Guajira.